19.9.07

Esquicio Hopper...



Sobre la situación
Me toco la hoja color rojo, en mi postal el sombrero de la chica es rojo.
Veo en el centro 2 personas, una dama me da la espalda y un hombre la enfrenta. Parece ser un restaurante, quizás un bar, aunque la señora que junta platos a la izquierda del cuadro me remite a una bucama (nunca supe si se dice bucama o mucama, por algún motivo me inclino a que es bu, el motivo es la ignorancia)... Quizás sea alguna casa extraña, quizás es algo de época, de alguna época que desconozco...
"antes era un lienzo blanco, vacío, Hopper puso cada pincelada" (dijo Zetta) y los ejemplos que vimos mostraban la mediocridad humana, la cobardía. Entonces, acá, tengo eso? Hay ventanas, pero que no afectan directamente al personaje, o lo hacen? ¿Quién es el personaje? La pareja? él o ella? la b/m ucama? o la silueta negra incompleta a la derecha?
Me pregunto que se estarán diciendo ¿? Tendrá eso alguna importancia? o simplemente no hay comunicación y por eso él decide matarla en el final, o ella a él?
¿Qué es lo que él le señala con su mano? Señala o simplemente esta por agarrar ¿su copa? y porqué mostrar ese momento? porque no verlo ya realizado?
y si lo importante es la señora que junta los platos? porque dejarla afuera?
Dice Zetta:
Un sujeto con destino hacia A y X que se atraviesa en el camino, haciendo que el sujeto se dispare al destino J (JOTA, como el de la ardilla roja).
Entonces... a quien elijo como protagonista? y que es x, y quien es jota?
a JOTA, lo muestro, lo veo? o lo supongo, está implícito, destinado a ser? es evidente?
(*)y ahora a la b/m ucama donde la meto? que es lo que pasa?
Situación
Ella arriba al punto de encuentro, luce su costoso abrigo de piel, el cual no duda en arrojar bruscamente sobre la silla. Aguarda unos instantes, su gorro rojo la acalora, pero no pretende sacárselo. Sus piernas cruzadas se balancean, al ritmo de las manecillas del reloj. El movimiento de ese lugar y su gente parecen no percibir que el aún no ha llegado. La puerta se abre, y la cercanía de la joven a la misma le permite sentir el frío helante del mundo exterior. Afirma su gorro a la cabeza.
Lo ve entrar, apresurado con su atuendo negro, aquel traje lo hacía lucir realmente apuesto. No se hablan, apenas se saludan. Un simple beso en la mano (sobre el guante negro) de la dama.
(*) Ella había pedido la comida para ambos, la de él lo aguardaba fría. No dudó en comerla a pesar del frío extremo del que provenía y de la necesidad de saborear un plato caliente. Su cara no demuestra ni desprecio, ni rechazo, sino cierto placer.
Ella no le dice nada, él la mira y se sonríe. Gustoso saborea y se deleita con cada bocado. Ella mece sus piernas cada vez más rápido y comienza a golpear sus dedos sobre la mesa.
La camarera se aproxima. Pone sobre la mesa una pequeña caja y se retira cordialmente. El sonríe, ella luce desconcertada. El se le acerca, no hablan. Todo parece de golpe quedarse quieto, ya no hay ruidos, ni el calor del gorro, ni el frío helante del afuera, ni platos, ni comidas calientes, ni mucamas. Todo quieto se calla.
Ella recoje la caja, el sonríe.

11.9.07

Lo que el viento nunca se llevo...

Era de noche en esa calle ya tan familiar. No es agradable de transitar en ciertos horarios, pero mi día llegaba a su fin y el regreso a casa la incluía o, al menos inconscientemente, yo lo hacía.
Caminaba junto a él confeccionando murmuros, temerarios quizás, de quebrar aquel silencio, ese silencio del ruido monótono, del repetir de las cosas. Avanzábamos en calma, nada nos apresuraba, incluso el frío parecía ausente, alejado, permitiéndonos disfrutar de aquel momento, aquel que no era diferente a los otros pero que tampoco los igualaba.
Y nos contábamos de nuestros días. De mis caminatas y recorridos, idas y venidas y de su aturdido día sentado en aquella oficina. "Que diferentes somos" se me ocurrió pensar nuevamente, pero no lo dije... no hacía falta...
Nuestro caminar tranquilo nos permitía disfrutar de ese clima, algo inusual para la época, pero no pensábamos en eso. Era tan sólo el momento.
Distraida en las alturas, me detuve. No comprendiendo el porqué de mi actuar, él lo hizo también. Entonces la pregunta y allí mi dedo señalando la respuesta. En lo alto de un edificio una bolsa de nylon flotaba a la deriva. Se movía pacientemente a merced del viento, de la leve brisa nocturna que parecía envolverla, guiándola. De momentos, brusco y fuerte, el viento la obligaba a retroceder, a desandar lo andado. De otros, suave y delicado, la empujaba para avanzar, continuar su rumbo, y allí el soplo, y la fuerza en contra. Un viento que yo no sentía y de pronto comencé a notar. Viento que estaba pero del cuál la charla me había apartado, como quizás así del frío .
Estática, unos instantes, quedé admirando esos movimientos, ese andar y desandar, pensando como una simple bolsa de nylon había llegado allí arriba, allá, tan en lo alto.
Pronto se escapó de mi vista, se escondió de mi, obligandome a retomar mis pasos, aquellos que dí y los que no había aún dado.